jueves, 10 de julio de 2014

DOÑA MARÍA CRISTINA CAMILO EJEMPLO DE PROFESIONALIDAD


El  25 de diciembre María Cristina Camilo cumplirá 93 años de edad, de los que lleva 64 como locutora de la Lotería Nacional, es decir “cantando la lotería” desde el sorteo número uno.
Su vida, la que está plasmada en una biografía autorizada, escrita por Luis Dantes-Castillo titulada “María Cristina Camilo: una estrella dominicana”, revela la vida de una mujer luchadora, que vivió grandes cambios y supo adaptarse y que consiguió salir a camino gracias al arduo trabajo, la perseverancia y su confianza en la preparación.
Parecería que su destino estaría marcado por la desgracia ya que al nacer falleció su madre, pero ese destino cambió cuando sus tíos, un matrimonio de 20 años que no había podido procrear hijos, la adoptó y le dio una muy buena educación y una vida con comodidad hasta la adolescencia.
“Maíta” como le llaman con cariño sus allegados, estudió en el Colegio Inmaculada Concepción de La Vega, en el mismo que estudiaron las hermanas Mirabal. Allí logró una preparación de primera hasta el octavo grado, ya que tuvo que dejar el colegio porque la tiranía trujillista ahogó económicamente a sus padres, que eran exportadores de cacao y café. 
Para peor suerte perdieron su casa en un incendio fruto del fuego que destruyó el club Esperanza en San Francisco de Macorís. Los moradores comentaron que Rafael Leónidas Trujillo había ordenado incendiarlo porque, supuestamente, no recibió allí el mejor de los tratos. Con el club se redujeron a cenizas 9 viviendas, entre ellas la de los padres de Maíta.
Nuevamente el destino cambiaría el rumbo de María Cristina quien tuvo que casarse muy joven, concibiendo a su único hijo, fruto del matrimonio con el señor José Francisco González Disla, quien le llevaba 15 años de edad. La conocida actriz y locutora no guarda gratos recuerdos de este matrimonio ya que su esposo gustaba de las bebidas alcohólicas y su comportamiento la asustaba tanto que decidió abandonarlo e irse a vivir con sus padres.


Aún siendo una jovencita decidió trabajar para mantener a su hijo,  a sus padres y hasta una niña que también adoptó;  y así fue como decidió aprender enfermería y consiguió un trabajo en el que ganaba 20 pesos mensuales. Con este primer empleo pudo seguir estudiando y graduarse de bachiller, luego se graduó de enfermería, y se especializó en taquigrafía, archivo y mecanografía. 
Con toda esta preparación María Cristina sabía que podía conseguir una mejor plaza en el hospital Marion. Justamente el fin de semana que se encontraba en la capital estaban solicitando 5 locutores para La Voz del Yuna (1948), ese mismo año pasó a llamarse La Voz Dominicana. 
Maíta, que había logrado una buena educación y dicción en sus primeros años de colegio, se presentó a la prueba y recuerda que José Arismendy Trujillo, conocido como Petán, la reconoció de inmediato, porque él tenía una novia en San Francisco y era asiduo al club.
Reveló que inmediatamente concluida la prueba Petán la nombró con 75 pesos y a los 15 días le aumentó a 100. Con este sueldo pudo mudar a su familia a Santo Domingo.
Y establecerse como una figura de la comunicación y más delante de la actuación.

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