sábado, 15 de febrero de 2014

¡ARMANDO ARMANZAR DESTROZA A "LOCAS Y ATRAPADAS" DE ALFONSO RODRÍGUEZ!


Por Armando Almánzar R. (L.D.)
Santo Domingo
Es cruel el destino de un crítico de cine e, incluso, de muchos aficionados al cine; por supuesto, aficionados al mejor cine. ¿Por qué lo decimos? Pues muy sencillo, porque les puede suceder lo que nos sucedió a nosotros este jueves en 360: vimos una maravillosa exhibición de cinematografía y, antes de que pasaran 20 minutos, una perfecta exhibición de chabacanería en imágenes: “Locas y atrapadas”.
Y, para culminar, aunque eso no le vaya a suceder a un cinéfilo (a menos que exprese su malestar cerca del “creador” del desaguisado), encima de seguro nos llueven los insultos por decir lo que sentimos.
“Locas y atrapadas” podría ser una comedia con mejor suerte que otras por el estilo de “Mi angelito favorito” o “Vamos de robo”, porque lo que propone es, en principio, más interesante, posee mayor peso específico como tema a desarrollar: lo que sucede en las vidas de cinco mujeres adultas que quedan atrapadas en un ascensor.
Pudo ser mejor, por ejemplo, si se hubieran pasado ese lapso encerradas conversando y confesando sus cuitas sin la necedad de un ascensor con vida propia y de un grupo de imbéciles técnicos a quienes no se les ocurre desconectar el aparato (y si no gritan está subiendo cuando lo vemos bajando). 
Hubiera sido mucho mejor si los diálogos tuvieran cierto peso como tales y como vehículos para esclarecer las vidas de las cinco protagonistas.
Hubiera sido mucho mejor si esos personajes tuvieran algo que revelar que no fueran los mismos clichés de siempre, algunos tan extensos y reiterativos como el de la primera chica, otros tan tontos como los de la chica camionera con su escopeta, y otros con machistas tan mal interpretados como el de la “pobrecita muchacha campesina que no sabía que si se divorciaba la Ley la deja bien parada”. 
Hubiera sido mucho mejor si no hubieran salido del ascensor en un piso alto pasando a una habitación que, como cosa de espanto para cualquier arquitecto, carecía de puertas y ventanas pero, aun así, estaba casi repleta de tereques que, al parecer, llevaban hasta allí en el ascensor para olvidarlos.
Hubiera sido mejor si entran al ascensor de una vez  para no querer hacer “gags” mal montados con el asunto de que el tal ascensor se daña una y otra vez pero los mecánicos se van sin haberlo arreglado, aun la primera vez que atrapa a una chica a los tres minutos de haber dicho que estaba arreglado. Si fuéramos gerentes del Silver Sun demandáramos a los “creadores”. Amén.

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