martes, 27 de agosto de 2013

¿RUIDOSOS O ALEGRES? PRONTO SEREMOS UNO DE LOS PAISES CON MÁS SORDOS DEL PLANETA

 

Por Alfredo Freites

Hace algunas décadas, mientras realizaba una investigación periodística sobe la sordera me tropecé con los decibeles, una masa sonora invisible que está presente en todos los jolgorios. Tienen la delicada misión de evaluar mediante ellos, la densidad del sonido que cuando es abundante se llama ruido.
Un amable doctor me explicó cómo la violación a la concentración de decibeles hace daño a los humanos. Es algo así como meter a 500 personas en un espacio donde deben concurrir 100. Esto sería hacinamiento, su efecto prolongado genera violencia, entre otras cosas. En los humanos el ambiente ruidoso provoca también violencia, sordera y otras enfermedades.
Una íntima persona dice que la vocación al ruido es algo que no soporta de nuestros nacionales. En efecto, somos un país ruidoso. La música que escuchamos que es únicamente para nosotros no sería festiva si fuera con sonido moderado. Tenemos que poner a gozar a los demás, quiera o no quiera. Si le molesta que se vaya a otro lugar. O que se mude.
Algo frecuente es sentir por las calles un vehículo que sacude al nuestro. Nos asusta el repentino vaivén de nuestro carro y luego nos percatamos de que son la estela de vibraciones que nos deja otro que pasó rumbo a la sordera. Muchas personas se gastan miles de pesos instalando en sus vehículos bocinas y equipos de gran potencia para dañar su vida y si pueden, las de otros.
Pero todo esto se hace alegremente y con la alegría de las autoridades. 
Según reportes internacionales, somos de los pueblos más alegres del mundo. Me pregunto si esto tiene algo que ver con el ruido, porque dentro de algunos años seremos el país con más sordos del planeta.
En estos días en Boston pasé por un condominio con una piscina que se ve desde la acera. Los que disfrutaban del sol parecían que estaban en una misa de mudos. Ni siquiera el ruido de un chapuzón. Nada de un radión con el reguetón a todo dar, tampoco una bachatica de amargue para recordar el amor cadavérico. Nada. Silencio total. A los humanos nos gusta el sonido, pero hay vecinos que lo quieren regulado y en esta ciudad la Policía respeta las leyes. Qué aburridos.

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