sábado, 8 de marzo de 2014

"DE PEZ EN CUANDO" BENDECIDA POR ARMANDO ALMÁNZAR


Por Armando Almánzar R. (L.D.)

En efecto, se puede, se puede hacer una buena comedia sin recurrir a los chistes resobados, a las muecas y cabriolas, a los aspavientos, a las situaciones puestas para hacer comerciales “disimulados”, a las mismas caras “populares”, a la necedad, a presentar a la mujer como un ser descerebrado que espera nada más que asome un buenmozo para marcharle y acostarse con él esa misma noche.
Y tanto se puede que, desde el mismísimo instante en que se inicia “De pez en cuando” nos damos cuenta de que estamos viendo algo realmente diferente. Y esa impresión se va acentuando a medida que avanzan los minutos y van surgiendo las situaciones que van a caracterizar esta comedia.
Porque, como ya se dijo la misma noche del estreno al salir al vestíbulo del 360, esta no es otra comedia repleta de chistes necios sino una comedia de situaciones (como lo era, para citar un ejemplo de lo que pudo haber sido y no fue: “Cristiano de la secreta”, versión original antes de que la agrediera el “genio”), y de situaciones bien pensadas.
Porque otro de los detalles que contribuyen a la calidad de la película es, precisamente (y cómo no habría de ser), la historia que concibió su mismo director, Francisco Adolfo Valdez, un relato muy bien urdido donde lo que sucede gira todo alrededor de un elemento cinematográfico que normalmente se usa en el cine de acción y/o suspense: el MacGuffin.
Y ¿en qué consiste el tal MacGuffin? Pues, lo comprenderán desde que vean 15 minutos del desarrollo: todo lo que sucede tiene que ver con ese “paquete” que buscan los “malos” y que debe tener la hermosa María Luisa cuando choca con su auto el destartalado vehículo de Ben y, al fingir éste golpe en el cuello, le lleva a su hogar para luego pedirle un favor que da título al film: guárdame la pecera con el Goldfish.
De ahí en adelante todo lo que sucede, que no hemos de contar para que tengan el placer de descubrirlo, la historia se desliza con dinamismo y elegancia, gracias a lo atinado de la fotografía de tomas y ángulos muy bien seleccionados por Peyi Guzmán, gracias a un trabajo fino, acertadísimo en la edición, obra conjunta de Tabaré Blanchard y Angélica Salvador, gracias, incluso, a la musicalización, que surge pero de manera discreta y ayuda a animar situaciones.
Y gracias (al fin) a las actuaciones.
A todas las actuaciones. Porque si Luis José Germán es estupendo como Ben, un deprimido y frustrado escritor, si esa hermosa chica que es Itahisa Machado es una presencia gentil y estimulante, si esa chica Camila Santana, la Carmencita del cuento, es una revelación, no menos excelentes en sus roles de soporte (de un muy importante soporte) están Manolo Ozuna (Tripitaka, que sigue siendo de lo mejor en nuestro cine), Irving Alberti (Idem como Juan), Hony Estrella (y su barriga, y sus tribulaciones como Sofía) y ese otro señor que es formidable y se nos había perdido pero es un tremendo Eliseo: Philip Rodríguez.
Después de ver (para que no nos digan que sólo acabamos con las comedias del patio) dos docenas de comedias de Hollywood con gente tan “ilustre” como Adam Sandler y sus deleznables socios, puedo decirles que, sin lugar a dudas, disfruté este pez más que todas esas juntas.
Entonces, en efecto: ¡Sí, se puede!
Pero hay que tener talento, ingenio  y... saberlos usar.

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