sábado, 16 de noviembre de 2013

MISS UNIVERSO MARÍA GABRIELA ISLER DICE QUE "EN DEMOCRACIA VIVIMOS FELICES"


Nueva York.- Manhattan la recibió bajo cero, en un otoño muy invernal. Tras 10 horas de vuelo pasó de Moscú a Nueva York, metrópolis enemigas hasta hace apenas unos años. Y entonces llegó Gorbachev con su perestroika y hoy Rusia celebra concursos de belleza. Quizás esa transición ayudaría a María Gabriela Isler a perfilar el futuro de su atribulado país.
Sueña con pasar "las navidades en familia. No sé si se podrá. Dios sabrá qué me tiene". Creció entre Valencia, Guacara y Maracay, y hoy por primera vez ve las luces de Times Square, aunque aún a lo lejos. Quiere acercarse, pero no hay tiempo. "Tienes todo un año para conocer Nueva York", le advierten sus nuevos compañeros de trabajo mientras apuran el paso, tras almorzar apenas una sopa pues la agenda está llena.

-¿Qué le ha parecido Nueva York?
-No la conocía. Me encanta, me encanta. Es como lo vemos en las películas. Todo es apurado, corriendo, taxis por todos lados. Quiero conocer Central Park, la Estatua de la Libertad, ir a Broadway.

-La final del concurso fue confusa. Pensó que había perdido y aún así sonreía...
-Sí. Demasiada emoción, nervios y expectativas. En el teatro hubo problemas de audio. No sabía si había ganado, la gente no entendía. Yo igual estaba feliz porque le tomé mucho cariño a la española. Esa mañana habíamos bromeado que la final sería entre nosotras. Fueron tres semanas muy fuertes y exigentes, pero una experiencia bonita y alegre. Tantos países y culturas diferentes en un mismo sitio.

-Hace unos años era impensable celebrar un Miss Universo en Rusia...
-El mundo evoluciona, las personas evolucionan. Cada día que pasa nos damos cuenta de las formas en las que podemos ser no sólo mejores seres humanos, sino buscar la forma de que el mundo también sea mejor. Cada día es una evolución continua, buscando el bien.

-¿De dónde viene el apodo "Molly"?
-Porque nací pesando casi cinco kilos, era pelirroja y parecía "la mole" de "Los Cuatro Fantásticos".

-No era favorita en Caracas ni en Moscú. Sus triunfos han quebrado la banca...
-Esa es la historia de mi vida (risas). Yo creo que es bonito que la gente no crea en ti al principio y que después con tu esfuerzo demuestres por qué te estás ganando las cosas, con trabajo. Prefiero ser un batacazo, las cosas esperadas no dan tanta alegría como las sorpresas.

-¿Cómo no ser "una Miss Universo venezolana más"?
-Para hacer la diferencia no hay que hacer algo diferente, valga la redundancia. Ya al ser tú mismo estás marcando una pauta. Cada una se ha caracterizado por su esencia. Alicia (Machado) era la divertida; Bárbara (Palacios) la elegante, la clásica; Stefanía era la dama de Hollywood. Lo que me va a hacer diferente es ser yo misma, demostrándole al mundo que la mujer venezolana tiene alma, corazón y espíritu.

-De haber representado a otro país, ¿también habría ganado?
-Yo me di cuenta en el Miss Venezuela que una banda no hace a la miss. La miss hace la banda. Y eso se reforzó en el Miss Universo. Lo importante es que tú seas capaz de que tu país fluya y llegue alto. Fue una lección de vida. Si yo hubiese representado a otro país hubiese luchado de la misma manera, entregado el alma y el corazón. No sé si hubiese ganado, pero sí sé que me hubiese sentido satisfecha.

-¿Cómo era su vida antes de los concursos?
-Soy una chica normal de clase trabajadora, mi mamá me inculcó no depender de nadie, que yo podía alcanzar lo que quería con esfuerzo. Vengo de una familia clase media muy trabajadora. En la universidad uno se siente grande y no quiere pedirle dinero a sus papás. Entonces yo hacía zarcillos, collares, cintillos, postrecitos. Los vendía en mi edificio, en la UNITEC, en la peluquería que tiene mi hermana en Maracay. Es muy cómico, a veces da pena hacer esas cosas, pero uno es un sobreviviente, tiene que buscar la manera de salir adelante. Es muy bonito trabajar y ver recompensando el esfuerzo.

-¿Fue difícil conquistar Caracas?
-Caracas me daba pánico. Llegué tres meses antes del Miss Venezuela el año pasado, y hasta irme a Moscú el 22 de octubre viví casa de la tía de la mejor amiga de mi mamá. Recuerdo mucho a la gente de mi placita Chacao, donde vivía. Andaba para todos lados. La verdad es que quien maneja en Caracas maneja en cualquier parte.

-¿Por qué escogió estudiar Gerencia?
-Eso fue un cambio radical. Yo quería estudiar medicina y no tuve la oportunidad de ingresar. Hoy me encanta el mundo empresarial. Más adelante me gustaría tener mi propia empresa, algo relacionado con productos para la mujer, porque a nosotras nos encanta comprar.

-¿Era buena estudiante?
-Era normal en bachillerato. Mejor estudiante fui en la universidad, porque cuando estudias lo que te gusta, lo que te apasiona, le pones más corazón y empeño. Claro, en el colegio uno no está tan maduro como para darse cuenta de qué vas a hacer el resto de tu vida.

-Tiene 25 años. ¿Es una ventaja haber ganado a una edad superior al promedio?
-La edad siempre juega a favor por experiencias de vida, por las oportunidades que se aprovechan, por los retos que hay que enfrentar. También es una ventaja ganar joven, como en el caso de Stefanía (Fernández), porque ella lo que hizo fue disfrutárselo. A veces uno necesita pensar como un niño para aprovechar la vida.

-¿Le interesa la actualidad venezolana o la evade?
-Como venezolana no existe la opción de evadir nada. Por supuesto que me interesa cada cosa que pasa en mi país.

-¿Cuál es su concepto de democracia?
-En una democracia todos vivimos felices, tenemos la capacidad de tomar nuestras decisiones, y hay libertad de expresarnos como queremos.

-Tiene un abuelo suizo. ¿Qué puede aprender Venezuela de Suiza y viceversa?
-Suiza podría aprender el calor humano. El venezolano es amable, cálido, dulce, atento. El helvético es más distante. Y de allá le pondría a Venezuela el orden, que nos hace falta.

-Si pudiese cambiar su título por la solución de un problema en Venezuela, ¿cuál escogería?
-No es cuestión de cambiar una por otra porque Dios nos da la posibilidad de hacer varias cosas. Con la corona ya tengo la posibilidad de cambiar algo en mi país: que personas que piensan diferente tengan la misma alegría y me compartan como tema de conversación.

-¿Cómo se ve en un año?
-Seguiré siendo la misma. Mi esencia es la sencillez, es lo que me ha identificado y así quiero que me recuerden. Soy trabajadora, una venezolana típica, echada pa lante, que alcanza sus metas con esfuerzo, sencillez y dedicación.

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