Las lamentables condiciones en que se encuentra el Teatro Nacional por falta de mantenimiento y nuevas inversiones han obligado a su cierre urgente.
El fiasco del sábado en la noche, antes de la función del Ballet Clásico de Praga, al comprobarse goteras y áreas del escenario totalmente humedecidas, puso al descubierto el crítico estado en que ya se encuentran -casi a punto del colapso- algunos sistemas vitales como el del aire acondicionado, el eléctrico, el de sonido y de los equipos en sentido general.
Es un teatro encancerado.
Y a partir de esa realidad, era imperativo someterlo a un proceso de revisión general, corregir los defectos, readecuar lo que amerite ser readecuado o modernizado, sustituir los elementos inservibles o inefi caces y poner a punto todos sus sistemas para que opere bien.
Los teatros famosos, en cualquier parte del mundo, experimentan de tiempo en tiempo estas intervenciones. El afamado teatro Colón, de Buenos Aires, duró muchos años cerrado mientras era sometido a una total remodelación, y nadie puede decir que, por esa causa, la ciudad no pudiera seguir ofreciendo a los amantes del teatro, la música y otras bellas artes, las más excelentes opciones.
Ese teatro recobró su esplendor y toda su capacidad de atracción, y ahí está, como una joya.
Al nuestro, y no sólo al de la capital sino al de Santiago también, le cabe una terapia de recuperación, urgente, antes de que esta majestuosa obra sucumba al cáncer terminal al que lo ha empujado la falta de mantenimiento y de cuidado permanente de todas sus instalaciones.
Su cierre temporal ha sido ya decretado por el Ministerio de Cultura y ojalá que esta medida sea el principio de un esfuerzo del Gobierno por rescatar y preservar otras instalaciones fundamentales en las que operan entidades vinculadas al fomento de las artes y la cultura. (L.D.).
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