Por Alci de la Rosa
AYER, EN LA TARDE DEL DOMINGO, ME ENCONTRABA EXTASIADO EN EL LECHO CONYUGAL ESPERANDO EL IMPACTANTE JUEGO COMO SIEMPRE, ENTRE MIS TIGRES DEL LICEY (QUE EN MATERIA FELINA AHORA MISMO NO SON NI GATOS FLACOS) Y LAS AGUERRIDAS ÁGUILAS CIBAEÑAS, y ya a punto de comenzar el partido, después que la elegante gobernadora de Santiago, Aura Toribio, lanzó la primera bola y no bien el locutor comercial, Danilo Basilio, con su vozarrón de barítono, terminara de decir que era "una tarde maravillosa para jugar béisbol", se desató un tremendo aguacero de Padre y Señor mío, que al poco rato se veían pececitos nadando en el terreno.
Ja, ja, ja me extraño mucho la metáfora de Basilio de que "era una tarde maravillosa" para jugar béisbol porque hasta los que estábamos mirando la escena por televisión vimos los nubarrones que se cernían amenazantes sobre el alegre aforo deportivo para evitar quizás otra paliza en las costillas del Tigre Azul o la humillación de un trabuco como tienen los cibaeños en esta ocasión.
Yo no sé dónde estaba la directiva del Licey, pero especialmente Fernando Ravelo, cuando ya las Águilas anunciaban el tremendo equipo con que venían en 2012. ¿Estaría en Belén con los pastores? Así, no. La fanaticada liceista merece otra consideración ya que junto a la aguilucha (que debería decirse Aguileña) son las que sostienen la economía del negocio, y la pusilánime directiva azul debió empoderarse de buenos pitchers que frenara el ataque mamey, principalmente.
Por otra parte la entrada de Manny Ramírez ha sido una sensación increíble, su figura es una atracción fuera de serie, porque hasta nosotros los liceistas, hemos dejado de ver el partido de nuestro equipo para seguir la actuación de este formidable pelotero por aquello de fue junto David Ortiz y Pedro Martínez la basamenta de la novena de Boston que hizo morder el polvo de la humillación a los orgullosos Yankees de Nueva York. ¡Sí, Señor!.
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